martes, octubre 07, 2003

Diario de un ciudadano

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Justo hoy, después de haber escrito pensando que valdría la pena hacerlo por un lapso largo y dedicar un poco de mi tiempo a desahogarme y sobre todo expresar algo mientras vivo. Muchas personas me comentaron que el hecho de escribir puede ser algo tonto, otros se alientan a seguir con las palabras y otros de plano no imaginaban y mucho menos entendían lo que les estaba tratando de decir. O tal vez, no pude explicarles bien que mi objetivo ante esto, es de forma libre, como si fuera mi diario que he dejado de extender por la falta de fuerza interna. Si algo me ayuda, es que cuento con la colaboración de mi otro amigo, Cervantes, aliado de la poesía y de la buena palabra, con él seguiremos plasmando día a día lo que se nos antoje. Lejos de que sea intimista y persuasivo, me entró mucho miedo, al saber, que cualquiera de nosotros, al intentar escribir, hacer, accionar lo que sea, somos parte del mismo sistema y entro en un ataque mental en contra de lo que quiero en el sistema. Este sistema terrícola, donde mi padre afirma que han pasado personajes desde Darwin hasta Juan Pablo II, donde mi madre apela a creer en los valores más bonitos y visionarios, donde mis hermanas me alientan a seguir mi camino, aquél que todos tenemos, seamos algo (aquí es donde entraría mi amor por el vocabulario y les mencionaría miles de adjetivos y palabras), pero no. ¿Y entonces qué? ¿Vale la pena decirle a alguien, lo que uno piensa? Sabiendo que este momento puede llegar a ser meloso y catastrófico, soy de los que opina de la siguiente manera sobre las cosas más fundamentales (a mi parecer) de la vida humana. Yo creo fielmente en lo que dicta la naturaleza, soy de los primeros en tener un apego directo a lo que el cosmos y la misma Tierra crea, además del misterio que lo envuelve, desde las frutas hasta los insectos, así pasando por todo lo que nos rodea. Sobre lo que creo que soy, así pensando un poco medio en la existencia y la realidad, soy un humano de género masculino con 24 años de edad, mexicano de pasaporte y territorio. Si de algo me siento orgulloso, es de la región que me vio florecer, al menos, merodear por todo el eje volcánico mexicano y los dos mares que nos rodean, me resulta una sensación por más hermosa, como impactante. Pero para no desviarme de la temática, quiero seguir justificando esto. Esto que le llamo mi diario de un ciudadano, donde no sólo no quiero sentirme profeta, no quiero ser periodista, no quiero ser objeto de envidia, no quiero tener que lidiar con alguien si opina todo lo contrario, incluso no quiero saber si les importa, sólo es como una justificación de mi parte verbal, literal y hasta de conceptos. Se nota que no soy un doctor en filosofía en letras, si acaso mis estudios en arte y comunicación, han servido también mi praxis en los campos de la música y el diseño, los cuales han hecho que mi cartera florezca. Pero, había algo que no me dejaba en paz, y es mi instinto de decir lo que pienso, algo así como otro merolico algunas veces intento de poeta, otras de orador, otras de magnífico pendejo, otras de justiciero sin causas y sin culpables, de niño hiperactivo quédate quieto. Así, quiero comenzar el diario, dejando libremente que los pensamientos salgan, capaces de continuar un papel interminable donde lo que se diga, no sólo se toque, sino se cambie, se moldeé, se convierta en lo que todos queremos. Y esto del decir algo, es bien difícil porque para algunos suena bonito, para otros bien peligroso, para otros pura mierda o basura mediática y otros de plano ni saben que acá hay un idiota escribiendo. Eso de la autoflagelación se debe a que de plano, tienes que decirte que eres un mierda, para que no venga nadie y te lo vuelva a decir, que sepa de una vez, que quede claro que el idiota ya sabe que es idiota. Ojalá, ojalá este mundo cambie, que eso que vemos en la televisión sea lo que sabemos que no queremos ver, que lo que comemos sea lo que este planeta nos da y no lo que fabrica una máquina, que reconozcamos claramente que aparte de ser moléculas y células, somos químicos y hasta bélicos, pero que en el fondo, el paso más importante a seguir es el más correcto, no el de más bienestar para uno, el que es para todos. Es bien fácil decir esto, pero es lo más difícil que le ha costado al humano hacer: ayudarse, conocerse, respetarse, amarse y sobre todo ponerle un “re” antes a cada verbo faltante en nuestra cotidianidad. Y ya. Espero poder continuar esto, sigo creyendo.
Galex.

Y sigue lo mismo...

Y sigue lo mismo...
Diario de un ciudadano indignado

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Y sigue lo mismo.
Voy en un taxi, en una gran ciudad, puedo ser cualquiera en cualquier idioma.

Pero gracias a los medios de comunicación, me entero de lo que sucede en el otro lado del mundo, el taxista ha encendido el radio. En mi idioma me llega una versión de los hechos, que es espantosa siendo chino o ruso o tepiteño: Israel ataca Siria: es otra guerra de tribus.

El hombre, animal de poca memoria y mucha ansia de poder, de nuevo pone en peligro la vida de todas las especies de este mundo. ¿Exagero? No, simplemente soy capaz de perforar el tiempo y adelantarme a los sucesos... violencia genera más violencia y cada generación de seres humanos engendra mutaciones del ser humano destinadas a la guerra.

Nos hemos diversificado. Hay varias especies de seres humanos en la tierra. Thomas Jefferson, tu igualdad era una utopía.
Hay especies mejor alimentadas, y especies que trabajan y que no están sanas, ni física ni mentalmente. Países enteros mueren de hambre y de ignorancia, que es la peor de las hambres, porque el espíritu famélico va dando tumbos hacia el abismo de la mediocridad y la decadencia que se hereda a los hijos.

La guerra de tribus tiene por objeto asegurar el futuro de paranóicos que utilizan a dios como si fuera su puta. Llevan muy en alto la gastada, sucia y ensangrentada bandera de guerra santa... todo el trasfondo ideológico es potenciado por el fanatismo religioso: ¡ojo! que siempre los más fanáticos son los que van en las filas de avanzada, mártires de guerra que mueren por causas perdidas.

Israel ataca de nuevo a Siria. No es más que un cínico símbolo del canibalismo militar del hombre: estados poderosos irrumpen contra los débiles. Mientras yo viajo en la ciudad en el taxi, la ciudad con su ruido y su estrés, con sus coches y sus mendigos de cada esquina me lanza la pregunta más importante del día: ¿Sucederá lo mismo?

Si sucede lo mismo que ha venido sucediendo me atrevo a pronosticar lo siguiente:

Siria, carente de una capacidad militar suficiente para enfrentarse al agresivo Israel optará por una fuerte réplica diplomática, pero eso lo pondrá en la boca del lobo (la ONU). Lugar donde Estados Unidos mostrará abiertamente su cínico apoyo a la causa bélica y a favor del gobierno israelí. ¿Qué podrá hacer Siria, sino acudir entonces a su gente? ¿pedirá ayuda a sus hermanos musulmanes? Pero sus hermanos tienen sus propios problemas: unos están amenazados, otros en la miseria y algunos de ellos en el suicidio existencial o en la ignorancia de las causas. ¿Quién defenderá a Siria...? Ella misma. ¿Y si las cosas no se resuelven diplomáticamente?

Pero bueno, nos estamos adelantando mucho a los hechos. Ya vimos enérgicas condenas diplomáticas de China, de los Emiratos Árabes y de Túnez... quiza sólo sea un movimiento político. ¿Que pasará? Ojalá que no sea el inicio de una nueva temporada de guerra. Lo que es un hecho es que ahora los grupos como Hamas emprenderán más atentados contra Israel. Más atentados de fanáticos contra más inocentes.

¿Dónde se esconden los culpables de estas masacres? Indudablemente existen algunas cabezas despiadadas que manejan a sus compatriotas como si fueran sus marionetas... Detrás de escritorios y oficinas gubernamentales.

Me pregunto cuando despertarán esas marionetas y cortarán sus hilos. ¿Cuando dejarán la comodidad de su esclavitud? ¿Sabrán al menos que la vida no termina cortándose las ataduras? ¿Sabrán que cortarse los hilos ideológicos es una posibilidad válida y valiente? ¿Sabrán como hacerlo? ¿Alguno de nosotros sabrá hacerlo?

Tantas preguntas marean a este simple peatón, en cualquier ciudad del mundo. Sigo mi camino, ahora por el tren subterráneo...

Servantez.